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Imagen vía: RFEF
Hubo un tiempo donde ser jugadora de fútbol sala y jugar en la élite era muy complicado. Tenían contratos verbales, ningún reconocimiento jurídico y prácticamente sin garantías en lo deportivo. Poco a poco, la situación está cambiando para ellas, pero las jugadoras siguen haciendo un gran esfuerzo porque la mayoría no puede permitirse que su único trabajo sea jugar al fútbol sala. Aparte de entrenar y jugar sus partidos, estudian y trabajan compaginándolo con un mundo muy sacrificado: el deporte de élite.
El objetivo es común. Todas quieren que se les reconozca como deportistas profesionales y que se vaya avanzando en el deporte para que en un futuro no muy lejano puedan contar todos los clubes de la Primera División con un convenio colectivo que les de unos derechos como deportistas.
Las jugadoras llevan años demostrando su valor en la pista. Han conseguido que una liga que no es profesional, sea referencia como una de las mejores del mundo y en el momento que tuvieron su primera competición oficial a nivel de selecciones -el Europeo de 2019- no desaprovecharon la oportunidad. Ahora piden que se siga avanzando desde órganos competentes para que el fútbol sala femenino siga creciendo.